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lunes, 3 de mayo de 2010

Ruta de los Sitios - plaza de San Miguel


PLAZA DE SAN MIGUEL
En la lucha patriótica que Zaragoza sostuvo
 contra las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia,
 el barrio de San Miguel jugó un papel destacado.
 La parroquia de San Miguel se situaba en la época de los Sitios
 inmediata a una de las puertas de la ciudad, la llamada puerta Quemada. 
Por aquí entraron los franceses durante el primer Sitio, 
librándose encarnizadas luchas casa por casa.
 El barrio quedó prácticamente deshabitado, 
incluso la imagen de su popular Cristo se trasladó
 a la cercana iglesia de La Magdalena para protegerlo.

Una semana después de haber sido nombrado Palafox 
cabecilla de la defensa de la ciudad,
 se cantó en la iglesia de San Miguel una misa rogativa,
pidiendo por la salud y acierto en el gobierno del General Palafox.
Durante el segundo Sitio se colocaron dentro de la iglesia dos cañones 
con dirección al puente de San José sobre el río Huerva,
 para defender esta entrada de la ciudad.

CALLE DEL HEROISMO
Contigua a la plaza de San Miguel se encuentra la calle del Heroísmo
 donde se riñeron brutales batallas cuerpo a cuerpo entre sitiadores y sitiados. 
Antes de los Sitios se llamaba calle Quemada, 
por ser el lugar de reunión del gremio de los carboneros, 
que ennegrecían con sus braseros encendidos las paredes vecinas.
Al final de la calle se situaba una de las puertas de la ciudad,
 la también llamada puerta Quemada. 
Esta calle cambió su nombre tras los asedios por Heroísmo, 
recordando la resistencia de los patriotas zaragozanos.
En la plazoleta de San Miguel 
se situó también la llamada puerta del Duque de la Victoria.
Era en realidad un arco triunfal 
para conmemorar la visita del general Espartero a la ciudad. 
Fue demolida en el año 1919
 y hoy queda un mural pintado en un edificio cercano como recuerdo.

LA CAMPANA DE LOS PERDIDOS
La espléndida torre mudéjar de la iglesia de San Miguel 
albergó una campana llamada de los Perdidos 
que desde el siglo XVI tocaba treinta y tres toques al anochecer 
con el fin de guiar a quienes se hallaban en los campos extramuros, 
pues era frecuente que la gente no encontrara el camino de vuelta a la ciudad
 por las nieblas y la falta de iluminación. 
Aunque en época de los Sitios la campana dejó de tocar, 
después de los asedios continuó durante un tiempo esta tradición.

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