PLAZA DE SAN FELIPE
La plaza de San Felipe es
una de las más encantadoras del casco antiguo de la ciudad,
rodeada de bellos
palacios renacentistas.
Aquí se alzaba la torre Nueva, única torre mudéjar de
carácter civil de toda España,
que cumplió un gran cometido durante los Sitios
de Zaragoza.
LA TORRE NUEVA
Auténtica maravilla del
arte Mudéjar aragonés,
fue construida en el siglo XVI por el Ayuntamiento de la
localidad.
Portaba un gran reloj y un sistema de campanas
con el fin de que se
oyera en toda la población y regulara la vida de la ciudad.
La torre era una símbolo
para la ciudad
y una de las más bellas de las muchas que tuvo Zaragoza.
Lamentablemente fue derruida a finales del siglo XIX
y hoy un enlosado señala
el lugar donde se encontraba como único recuerdo.
SISTEMA DE AVISOS EN LOS
SITIOS
Durante los trágicos
asedios de Zaragoza en la Guerra de la Independencia,
la torre Nueva fue
utilizada como atalaya,
con sus 80 metros de altura era un inmejorable punto de
observación
desde el que se vigilaba el movimiento de las tropas francesas.
Se
ideó también un sistema de alarmas mediante el toque de sus campanas,
avisando
a los zaragozanos de los ataques a la ciudad y de su procedencia.
La torre tuvo
un último y triste cometido,
pues sirvió de soporte para izar la bandera blanca
que anunció a los zaragozanos la capitulación de la ciudad el 20 de febrero de
1809.
LA CONDESA DE BURETA
La nobleza también estuvo
presente en la defensa de Zaragoza.
María Consolación de Azlor y Villavicencio,
condesa de Bureta,
defendió activamente la ciudad poniendo su casa a
disposición de quien lo necesitara,
reclutando gente, llevando municiones y
provisiones
a los combatientes y socorriendo a los heridos.
Estableció su
domicilio en la cercana calle de Torrenueva,
que debe su nombre a la
desaparecida torre
y casó en segundas nupcias con Pedro María Ric, otro gran
defensor de la patria.
Sus restos descansan en la iglesia de San Felipe, que
preside esta plaza,
donde una placa de homenaje en su interior recuerda a la
heroína.