Zaragoza, en el siglo XVI, 
aumenta considerablemente su población
y vive un auge económico. 
La nobleza que se instala en la ciudad 
hace posible la transformación urbana.
La ciudad se embellece 
con destacadas obras 
de la arquitectura civíl y religiosa:
La Lonja, Santa Engracia,
Los Palacios:
de Zaporta, Morlanes,