Este era el exótico nombre que aún perdura
en la memoria de las generaciones que al pasar
junto a esta fachada de la calle AlfonsoI
padecíamos un repentino "hambre"
que sólo podía ser aplacado
con aquellos maravillosos bollos suizos
y su correspondiente chocolatina.
Por supuesto, con cromo en su interior.
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